La situación en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se ha vuelto crítica tras la muerte de un aficionado, Rodrigo Mondragón, el pasado 25 de octubre, lo que ha llevado a una serie de protestas por parte del personal de seguridad de la universidad. Estos trabajadores han manifestado su descontento hacia sus superiores, señalando abusos, intimidaciones y negligencia dentro de la institución.
La movilización se llevó a cabo frente a la Torre de Rectoría, donde se cerraron los carriles centrales de la avenida Insurgentes. Los manifestantes exigieron la destitución de cuatro directivos a quienes consideran responsables del manejo irregular de la seguridad en el campus y de las detenciones de cuatro de sus compañeros en relación con el homicidio de Mondragón. Este evento ha profundizado la fractura entre la base trabajadora de la seguridad universitaria y la administración que la supervisa.
Además de este problema institucional, la UNAM enfrenta una crisis de seguridad más amplia, evidenciada por múltiples amenazas falsas de bomba en sus planteles que han llevado a 18 denuncias ante la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México. A esto se suma un trágico ataque en el que un estudiante del Colegio de Ciencias y Humanidades agredió fatalmente a otro estudiante, aumentando la preocupación por la seguridad en los espacios educativos de la universidad.
La reacción de los elementos de seguridad ha sido notable; algunos han optado por dejar de usar su uniforme por miedo a represalias tras la difusión de un video que muestra a miembros de la seguridad universitaria golpeando a Mondragón. Los mensajes en cartulinas en diferentes puntos de la universidad ejemplifican el clima de tensión, con llamados a renunciar a la administración actual de seguridad y a distanciarse de actos violentos. La situación en la UNAM refleja un contexto de crisis donde la seguridad y la confianza en las autoridades universitarias están seriamente comprometidas.