HÉCTOR HERRERA Y ATLÉTICO DE MADRID, CAMPEONES DE LA LIGA

Una victoria en las últimas 21 citas es un peso insoportable, inasumible, para cualquier equipo. Lo ha sentido el Valladolid, que baja a Segunda División tres cursos después. Instante a instante se complicó él mismo su supervivencia, de pronto al borde del precipicio, al que cayó este sábado, doblegado por un campeón.

HÉCTOR HERRERA Y ATLÉTICO DE MADRID, CAMPEONES DE LA LIGA

En nueve minutos, del 58 al 67, el oscuro panorama del 1-0 pasó a la liberación del 1-2, porque el atacante argentino se inventó lo que suele crear con constancia últimamente, goles casi de la nada, y porque, en el 67, Luis Suárez aceptó el involuntario regalo de Sergi Guardiola para ejercer de líder, de campeón y de goleador.

Inabordable primero, superviviente después, inalcanzable toda la Liga, el Atlético es el vencedor de un torneo vibrante, intenso y comprimido, el más emocionante quizá por su resolución de los últimos tiempos. Es un undécimo título del campeonato. El segundo de Diego Simeone, el indudable líder de tal éxito, el revolucionario que discute, ya por segunda vez, el dominio de Real Madrid y Barca.

La Liga 2020-21 es suya. De Simeone. Y también de Luis Suárez, un goleador prescindible para el Barcelona y un goleador indispensable para el campeón, el que firmó el tanto final de la Liga; de Oblak y sus paradas cruciales; del impactante Marcos Llorente y sus goles; del desbordante Carrasco; del capitán Koke; del Saúl menos titular que nunca; del líder Savic, hoy ausente por sanción; de Joao Félix, Giménez, Felipe, Hermoso, Trippier, Lodi, Héctor Herrera, Vrsaljko, Vitolo, Kondogbia, Torreira, Lemar, Dembélé, Ivo Grbic...

El Atlético sufrió más de una hora hasta que lo consolidó, en desventaja desde el minuto 18. Porque a un partido no hay 52 puntos de diferencia. No hay ni futurible campeón ni descendido. Con tanto en juego, no hay matices. Ni se admiten errores como el de Yannick Carrasco. No iba ni para un lado ni para otro el encuentro, cuando el extremo belga se permitió una licencia este sábado inadmisible.

A la salida de un córner a favor, en ventaja, con todas las opciones que no eligió mucho menos arriesgadas que el regate que seleccionó y no le salió, su exceso promovió el trepidante y letal contragolpe del Valladolid, lanzado definitivamente por el fino taconazo de Toni Villa, que desbordó aún más a todos los jugadores rojiblancos, a contracorriente a la caza del solitario Óscar Plano, al que le llegó el balón para enfilar el esprint hacia Oblak con tres toques de Weissmann, el citado de Villa y otro de Marcos André.

Una victoria en las últimas 21 citas es un peso insoportable, inasumible, para cualquier equipo. Lo ha sentido el Valladolid, que baja a Segunda División tres cursos después. Instante a instante se complicó él mismo su supervivencia, de pronto al borde del precipicio, al que cayó este sábado, doblegado por un campeón.



Con información de Récord

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