"No he vuelto a tomar café con Lorca" y un escritor frustrado
La obra "No he vuelto a tomar café con Lorca", escrita por el costarricense Bryan Vindas y dirigida por Olivia Barrera, se adentra en un universo surrealista donde la realidad y la ficción se entrelazan de manera profunda y emocional. El protagonista, Francisco Javier, se encuentra en un instante de crisis creativa y personal mientras navega por sus conflictos internos y la compleja relación con su madre, quien aparece inesperadamente, desatando en él una serie de emociones abrumadoras.
Mariano Ruiz ofrece una interpretación notable de Francisco Javier, capturando su lucha con la ansiedad y el tartamudeo que lo acompaña en este reencuentro lleno de resentimientos y confusiones. La madre, interpretada por Alejandra Marín, se presenta como un personaje en contención que estalla en momentos de revelación emocional, añadiendo una capa de complejidad a la dinámica familiar. Por su parte, Guillermina Campuzano aporta una interpretación única al papel de la gata negra, simbolizando tanto el instinto como la inteligencia, al tiempo que narra y cuestiona las acciones de la madre.
El amante y pianista, interpretado por Duane Cochran, agrega una dimensión de apoyo emocional con su música, creando un ambiente propicio para el desarrollo de la historia. La obra se destaca por su habilidad para jugar con realidades superpuestas, donde el proceso creativo de Francisco Javier se convierte en un espejo de sus conflictos personales.
La dirección de Barrera y el diseño escenográfico de Melisa Värish, complementado por el vestuario de Sandra Garibaldi, aportan a la atmósfera surrealista y simbólica, evocando la estética de Lorca y el estilo kitsch de Almodóvar, lo que enriquece la experiencia del espectador y lo invita a reflexionar sobre los hilos conectores entre la vida y la creación artística.
En resumen, "No he vuelto a tomar café con Lorca" es un viaje emocional que explora el tumulto de las relaciones humanas, la búsqueda de la identidad y el arte como un medio para intentar comprender la existencia. Esta obra de Vindas no solo entretiene, sino que también desafía al público a una introspección sobre sus propias emociones y vínculos familiares.

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