El último vuelo de prueba del cohete Starship de SpaceX, realizado el jueves en Texas, enfrentó varios problemas que resultaron en la pérdida del contacto con la nave durante su descenso. A pesar de que el cohete logró despegar y alcanzar una altitud de casi 150 kilómetros, los motores en la parte superior empezaron a fallar, impidiendo una entrada controlada sobre el océano Índico y provocando que la nave se desplomara de manera descontrolada.
Este lanzamiento es el segundo intento de SpaceX desde una explosión anterior que afectó a la región de Turcas y Caicos, y aunque la primera etapa del cohete fue recuperada de manera exitosa en la plataforma de lanzamiento, el vuelo no logró cumplir con su objetivo de liberar satélites simulados en el espacio. Dan Huot, comentarista de vuelo de SpaceX, hizo referencia a la experiencia adquirida de fracasos previos, indicando que la compañía tiene ya algo de práctica en estos incidentes.
A pesar de este contratiempo, la NASA ha señalado que planea utilizar el Starship para llevar astronautas a la Luna a finales de esta década, y Elon Musk continúa con la ambición de utilizar este cohete, considerado el más grande del mundo, para misiones a Marte en el futuro. Se desconoce por el momento el lugar exacto donde pudo haber caído la nave tras la pérdida de contacto.