ONG alerta sobre graves riesgos ambientales y sociales de nuevo proyecto portuario en Manzanillo

La situación en la Laguna de Cuyutlán es crítica debido a la propuesta de expansión del puerto de Manzanillo, impulsada por la Administración del Sistema Portuario Nacional (Asipona) y respaldada por el gobierno federal. La alerta lanzada por la organización Defensores del Medio Ambiente y Recursos del Mañana (Demarem A.C.) resalta las serias repercusiones que este proyecto podría tener sobre el medio ambiente, las comunidades locales y la economía regional.
A pesar de que los trabajos aún no han comenzado formalmente, la inversión proyectada supera los 60 mil millones de pesos y podría resultar en la remoción de manglares, dragado, relleno y la modificación de la Isla Cocodrilos II. Estas acciones Amenazan el delicado equilibrio del ecosistema lagunar, que ya enfrenta riesgos significativos. Los vasos lagunares de la región están interconectados, lo que significa que el deterioro de uno podría tener efectos adversos en todo el sistema.
Además de las preocupaciones ecológicas, el proyecto plantea riesgos sociales. Comunidades pesqueras y salineras podrían ver comprometidos sus medios de vida, y las actividades ecoturísticas que dependen de la biodiversidad de la región también se verían afectadas. También se ha señalado que la construcción de un acueducto entre Armería y Manzanillo se ha llevado a cabo sin consultar a las comunidades afectadas ni presentar estudios públicos que respalden su justificación, lo que añade más inquietudes sobre el acceso al agua tanto para uso doméstico como agrícola.
La Laguna de Cuyutlán es un ecosistema crucial que alberga una rica biodiversidad. Los manglares, humedales y la Isla Cocodrilos II son hábitats vitales para muchas especies, incluyendo tortugas marinas y aves en peligro de extinción. Estas especies no solo son fundamentales para la salud del ecosistema, sino que también simbolizan la riqueza natural de la región.
La expansión del puerto podría, por lo tanto, acarrear daños irreparables y sus consecuencias podrían ser sentidas a largo plazo, tanto en el ámbito ambiental como en la vida de las comunidades que dependen de estos recursos. Es imperativo que se realicen estudios completos y se inicie un diálogo inclusivo con los grupos locales antes de avanzar con un proyecto que podría cambiar radicalmente la naturaleza y las dinámicas sociales de la región.

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