¿Es posible hablar de un feminismo conservador?

Artículo de: Sarai Aguilar Arriozola

¿Es posible hablar de un feminismo conservador?

Tras el fallecimiento de Ruth Bader Ginsburg, la jueza de la Corte Suprema de Estados Unidos el pasado 18 de septiembre, Donald Trump dio a conocer de inmediato a su candidata para remplazarla: Amy Coney Barret. “Es una mujer de logros incomparables, intelecto sobresaliente, admirables credenciales y una firme lealtad a la Constitución, fueron las palabras que le dedicó el mandatario a su nominada. Cuando sucedió el fallecimiento de Bader Ginsburg, Trump adelantó que su candidata sería mujer.

Lo que no aclaró es que sería un perfil muy lejano al de quien fue un icono en la lucha por la equidad de género. 

Coney Barret cuenta con la aprobación de las bases republicanas conservadoras y ultraderechistas: tiene una fuerte postura antiinmigración, es contraria a los derechos reproductivos y se define como “originalista” porque trata de aplicar en sus sentencias la Constitución según la intención original de quienes la redactaron en 1787 El País 01/10/2020. Y aquí entra el dilema de si es posible acaso un feminismo conservador.

En fechas recientes, la discusión trasciende a la elite y es frecuente el debate entre “esas feministas no me representan” o “ellas sí dignifican la lucha de la mujer”. Este debate está estrechamente relacionado con los eventos en los que miles de mujeres, en fechas recientes, han tomado las calles y espacios públicos de forma disruptiva e incluso violenta. Ante esto, dirigentes políticas, mujeres de la academia y mujeres de clase media y alta han respondido que ellas están a favor de la igualdad, no de la irrupción en los espacios ni de las luchas que abanderan algunos colectivos feministas.

Esto va más allá y se comienzan a cuestionar las diferentes banderas de la agenda feminista, como las cuotas por género, brechas salariales, etcétera. Esto no es un dilema exclusivo de nuestros tiempos. La idea de un feminismo católico y conservador surgió como una idea para silenciar las ideas liberales.

Varias historiadoras Scanlon, González Calbet, García Morcillo señalan que “la influencia que ejercía la Iglesia en la sociedad española y en especial en la educación femenina, junto con el poco interés que a inicios de siglo XX mostraron las distintas organizaciones de izquierdas en torno a los derechos femeninos, facilitaron enormemente la tarea de organizar un feminismo católico aceptable y moderado Universitat de Barcelona.

De esta manera, se lograban acallar las conciencias de quienes rechazaban perder los beneficios propios de su situación privilegiada. Es digno de recordarse también el caso de Camille Paglia, autora de Sexual Personae, quien es muy citada por la derecha gracias a sus críticas contra ciertas posiciones feministas ortodoxas.

Estos ejemplos ponen de manifiesto el error de que los nuevos movimientos feministas dejen de lado la visión conservadora, como si ésta no fuera parte de la realidad. El feminismo, en su sentido más puro, habla de la lucha contra la opresión por género que experimentan las mujeres, sin importar su procedencia. Y esta batalla puede resultar incómoda, pero es necesaria.

Coney Barret está llamada a ser nominada en medio del torbellino político electoral de Estados Unidos. Pero, de ser confirmada su nominación, se convertirá en el nuevo referente de un conservadurismo que por el solo hecho de seguir abriendo espacios a la mujer, también reclame para sí la bandera feminista. * Maestra en Artes y doctora en Educación. Coordinadora del Departamento de Artes y Humanidades del Centro de Investigación y Desarrollo de Educación Bilingue UANL. 



Autora: @saraiarriozola 

Comentarios

Suscríbete a nuestro Newslatter